“YA ME PARECÍA A MÍ QUE ERAS DEMASIADO HUMANA, PARA SER HUMANA”

La Teniente Ripley a Annalee Call cuando descubrió que era un robot (Alien Resurection)


martes, 22 de diciembre de 2020

 SHOSTAKOVICH REMUEVE MIS ENTRAÑAS

 

Estaba yo leyendo un libro en el que el protagonista hablaba de su novia desaparecida. Como aún no lo he terminado, no sé que pasará finalmente con ella. 

 

Se trata de una novela de Juan Manuel de Prada, escritor que, aunque es de Baracaldo utiliza Madrid como escenario de algunas de sus novelas y me gusta mucho leerle porque suelo reconocer algunos de los sitios que describe y eso me hace cierta gracia. 

 

Hay un par de situaciones en las que el sujeto dice que a su novia le gustaba escuchar la “música oscura” de Shostakovich.

 

Yo no soy experto en música clásica y aún menos en la música de este compositor. Pero me ha inquietado ese adjetivo: “oscura”. Y he querido comprobarlo.

 

A tal fin me he tirado de cabeza al proceloso mar de spotify y lo he buscado, recibiendo la agradable sorpresa de que su famosísimo vals lo utilizó Stanley Kubrick en su última película “Eyes wide shot”. 

He visto unas cuantas traducciones de esta frase, y la que más me gusta es “Ojos cerrados de par en par”. Pero aceptaría cualquier corrección que alguno de vosotros, lectores me sugiriese para mejorar mi lamentable nivel de conocimiento del idioma de William (Shakespeare).


Como mi disco duro mental está ya para pocos trotes, se me cruzan y entremezclan músicas correspondientes a imágenes que no debería y cosas así. 

 

De resultas de este bonito caos mental, estaba yo convencido de que no había sido Kubrick, sino Eduardo Mac Lean, quien lo había usado en su famoso spot del calvo de la Lotería Nacional del año 1999, pero había sido otro vals. Habiendo pasado tantos años es normal que se me hiciera el cerebelo un lío. Una vez desfecho el entuerto, he estado escuchando el de Shostakovic y me he sobrecogido de placer. Luego he seguido escuchando más música del compositor ruso.

 

La verdad es que no he conseguido encontrar oscura su música. Quizás con sólo un día de escucha no he tenido tiempo de llegar a la parte más recóndita de su alma. 

 

Y, aunque no hubiese utilizado ese vals en su spot del calvo de la Lotería Nacional, me apetece hablar un poco de Eduardo. Porque es con él con quien trabajé en mi última producción audiovisual antes de dejar definitivamente mi amada profesión publicitaria.

 

Luis Casadevall (mi socio en aquellos momentos), y hombre tocado muy profundamente por el duende del flamenco, junto con Eduardo, habían tenido una idea, que consistía en situar artistas flamencos en lugares insólitos para cantar, tocar o bailar. 

 

Yo me puse a la búsqueda del mirlo blanco, y por hacerlo corto mi amigo Oriol Aguilá me invitó al Festival de Peralada del cual es Director Artístico, porque me presentaría a Rafael Amargo después de su actuación una noche de agosto en la que nos pelamos de frío. 

 

Oriol: 

-       Rafael, te presento a Jesús Muñoz, que quiere proponerte algo

Amargo:

-       Hesú? Te llamas como yo

Jesús:

-       Pero…no te llamas Rafael

Amargo: 

-       Mi nombre es Jesús García, pero como ese es nombre de banquero, me lo cambié por Rafael Amargo

Me quedé tan contento de saber que mi nombre “era de banquero”.

 

Luego supe que era sobrino nieto de otro García famoso: Un tal Federico García Lorca.

 

Ahí empezó una historia cuyo punto álgido fue el rodaje de Amargo bailando en el puente de Brooklyn. 

 

 https://www.youtube.com/watch?v=p3oYUrkgQQI&list=RDQM1z5VvGtzNiA&index=1

 

Muchos detalles grandes y pequeños recuerdo de aquel rodaje, como por ejemplo ver la cara de mi amigo bailaor mirando Mahattan desde el helicóptero.

 

O recorrer con él la famosísima isla contándole historias de gangsters, a propósito de pasar por delante del Café Regio, donde se llevó a cabo una buena escabechina entre bandas rivales. 

 

Pero lo que sin duda recordaré mucho tiempo, fueron mis charlas con Mac Lean paseando por el Soho.

Nos lamentábamos los dos por el hecho de no haber sido más amigos de lo que éramos entonces. 

 

Esa fue la última charla que tuve a solas con él. Caminando desde el Soho hacia Greenwich Village, que por cierto hacía un frío polar, pues se nos ocurrió la genial idea de rodar aquella pieza en el mes de diciembre. 

 

Cada día pasábamos horas rodando en el maldito puente de Brooklyn. Para protegerme del frío me convertí en una castañera a juzgar por lo que me puse para protegerme el cráneo y la propia faz. Por cierto, cuando empecé a usar regularmente sombrero, un amigo me dijo: sí señor, ¡buena idea! Porque sintiendo calor en la cabeza, el resto del cuerpo no se enfría. A lo mejor es cierto. 

 

Nuestras coincidencias empezaron con un disco de grandes éxitos de Billie Holiday, 

 

https://www.youtube.com/watch?v=Web007rzSOI

 

 

y a partir de ahí nos dimos cuenta de que nuestros intereses culturales daban vueltas por el mismo universo.

 

Libros, jazz, blues, cine, directores, actores, actrices. Eduardo era una enciclopedia mucho más rigurosa que la Wikipedia. Y resultaba muy reconfortante sentir que coincidíamos en opiniones y gustos sobre todo esto. 

 

Este encuentro se daba en un momento bastante triste para él, porque unos meses antes un hijo suyo se había matado haciendo acrobacia aérea con un avión de Red Bull, y a él le habían diagnosticado una enfermedad que acabó con él unos meses después de aquel rodaje. 

 

El montaje lo hicimos en el estudio de Raúl Román, que había recibido un Gaudí al mejor montaje por la película Pa negre; y ahí, entre secuencia y secuencia, seguíamos con nuestro tema y otro favorito que consistía en…vamos a comernos unas ostras a un bar que hay por aquí cerca y que las tienen fresquísimas. 

 

Cuando estábamos montando la peli, se hizo un funeral laico por nuestro amigo Jaime de la Peña, con quien sí que desarrollé una amistad más profunda y duradera y con quien produje la mayor parte de las ideas que Luis Bassat ponía en un papel, que me pasaba previa discusión acalorada (como nos gusta a los latinos) para que yo pusiese los medios a fin de convertirlo en una película.

 

Me sobrecogió entrar en aquel salón de actos de Media Pro, que es donde se hizo el funeral, y que Eduardo me dijese: El próximo soy yo. Y lo más tremendo era que los dos sabíamos que era verdad. 

 

In memoriam: Jaime de la Peña, Eduardo MacLean. Amigos.  

 

Premiá de Mar, cerca de las navidades del annus horribilis 2020

 

 

 

 

 

domingo, 6 de diciembre de 2020





 ¿POR QUÉ NOS MIRAMOS MÁS A LOS OJOS?

 

Desde que vamos por la vida embozados por los efectos causados por un devorador no sé si de murciélagos o de pangolines o ¿vaya Vd. a saber que milonga nos pueden contar ahora? y aunque últimamente, lo de los comedores de bichos raros parece que se descarta(?), me he dado cuenta de que nos miramos todos a los ojos mucho más que antes. 

 

Por cierto, eso de que ha sido causado por un chino que desayunaba animales exóticos, se sustituyó en su momento por teorías de la conspiración. Yo llegué a leer 13, a cual más descabellada sobre la maldad político-socio-económica de los poderes fácticos. Algunas de ellas con un grado de surrealismo que ya lo habría querido Dalí para sí. 

 

Volviendo a las miradas. Esos encuentros a “first glance” (como decía Sinatra) de los que cada día colecciono un número nada despreciable, creo que están creando una nueva comunicación. 

 

Y estas miradas que nos cruzamos se dan...

 

...¿Indistintamente del genero? 

 

Me está dando la impresión de que esos tan diferentes pares de ojos con los que me encuentro por la calle, en el ascensor o en el supermercado, buscan apoyo en los míos y en todos los que se cruzan la mirada al cabo del día o de la semana, o de tantos meses como llevamos arrastrando esta penosa situación. 



Y es que nuestro rostro es un auténtico instrumento comunicativo, capaz de expresar mil cosas. Desde pensamientos, hasta emociones. 

 


Y es una auténtica lástima que la boca no pueda expresarse libremente.

 

Porque soy de la opinión, de que la boca es muy capaz de transformar la belleza de una cara, con un simple gesto facial, en el que intervienen una multitud de músculos, y al que llamamos sonrisa.

 

Echo muchísimo de menos las sonrisas en las caras. Y he aprendido a reconocerlas por detrás de esos asquerosos trapos, o neoprenos, u otras texturas, que nos ponemos delante de la boca.

 











Porque ahora, debido a esa comunicación, especialmente cuando se produce entre sexos diferentes, hemos aprendido a que una sonrisa que se percibe en los ojos y en las arruguitas que se crean a su alrededor cuando estás sonriendo, es un grito de socorro, o de solidaridad, o de amistad lejana.

 

Nunca me habían mirado tantas
mujeres con tanta intensidad. Obviamente son miradas exentas de cualquier contenido erótico o provocativo. 

 

Es como si quisiéramos decirnos: Sí amiga/amigo, yo también estoy como tú y comparto esta inquietud que no existía en nosotros hasta que alguien dejó escapar un sujeto microscópico que nos ha enfrentado a nuestra propia insignificancia.

 

Y como resulto ser un optimista antropológico, como se decía de aquel político al que en su propio partido le pusieron el nombre de Bambi, pienso que podríamos empezar a dar el paso que inexorablemente tendremos que dar algún día para aproximarnos a esa evolución de nuestra especie que conoceremos como TRANSHUMANISMO, Y lo digo en tiempo futuro, porque hoy día a cada 10 personas que pregunto si saben que es el Transhumanismo, 8 lo confunden con la transhumancia y dos no saben/ no contestan, como dicen los institutos de opinión.

 

Y dar ese paso, nos lleva a empezar a hacer realidad el sueño de ese genio de la música, la rima, y la comunicación que se llamó John Lennon, al que en su canción Imagine (por cierto Yoko Ono ha producido un documental para demostrar que es ella la autora)  denominaba como The brotherhood of man. (La hermandad del hombre)  

 

Una amiga psiquiatra por la que siento un gran respeto y con quien mantengo una sana amistad, en algún momento me dijo que la cara es un emisor de todo; sobre todo en el plano emocional.

 

Hoy mismo esperando a cruzar un semáforo, me han mirado unos ojos oscuros de mujer joven enmarcados por unas cejas morenas, y me han hecho sentir cómo los pliegues de la piel a su alrededor, me transmitían su sonrisa. A lo que yo he respondido del mismo modo. Se ha abierto el semáforo y cada uno hemos seguido nuestros caminos. En mi caso pensando cómo nos estamos aproximando más aún a nuestros prójimos. 

Y sintiendo llenar mi corazón de esperanza una vez más.  

 

Llamadme ingenuo, sí. Pero quiero seguir pensando que la entrega de nuestro individualismo a la acción común, a esa "hermandad de los hombres" es. un camino que ya no tiene retorno. 

 

Ya lo hemos iniciado

 

Muchas gracias a todos los hombres y a todas las mujeres con que cada día cruzo mi mirada. 

 

TENGAMOS ESPERANZA. QUE, SEGÚN ALGUNOS PENSADORES, ES EL MOTOR DE LA VIDA. 

 

P.S.: Si alguien se apunta a estudiar sobre el Transhumanismo, será cálidamente bienvenido

 

 

Escuchando como rompen las olas en un día soleado y algo ventoso, cuyo número es el 4 en el último mes del año 2020

domingo, 29 de noviembre de 2020

AMO LA VIDA…A PESAR DE TODO

 

¡¡¡Que difícil resulta esto de vivir!!!

 

Es un permanente ejercicio de superación de dificultades.

 

Desde nuestro alumbramiento luchando contra los problemas gástricos propios de los bebés que se han estado alimentando en el vientre materno sin ejercitar sus órganos, hasta el momento de la muerte en el que el control de las funciones básicas del cuerpo se convierte en un ejercicio de voluntad y acción física, emocional y mental contra las dificultades que el propio desgaste producido por la edad hace mella en nuestra entidad humana.

 

Ahora que he tomado conciencia recientemente de que ya llevo vividas 7 décadas y que no estoy seguro de que pueda vivir otras tantas, aunque pienso intentarlo con todas mis fuerzas, hago un repaso de mi vida y me doy cuenta de que cada conquista vital tanto en el terreno de las relaciones personales, como en las familiares, profesionales, casuales, emocionales, amorosas, me han supuesto esfuerzos ímprobos. Y también colijo que cuando sientes que has alcanzado algún propósito, siempre hay alguien o algo que viene a mostrarte tu insignificancia intentando destruir tu consecución. Y que, si echamos mano a la filosofía oriental, seguro que ese alguien o algo actúa sobre ti como una consecuencia de algo que tú has hecho o provocado. 

 

Quizás la madurez y el poder que te da el sentir que llevas 7 décadas peleándote con la vida, te da autoridad para poder enjuiciar el hecho de vivir como lo que es: un ejercicio permanente de lucha contra las dificultades en esa carrera desesperada que todos llevamos hacia la muerte. Porque nos guste o no, de esta vida no salimos vivos. Y no voy a entrar aquí en devociones y creencias sobre otras vidas, porque yo personalmente no estoy por esa labor. 

 

A propósito del tema, a menudo me preguntan por qué soy agnóstico en lugar de ser ateo. Mi respuesta siempre es la misma: Por si acaso. Porque sigo teniendo más dudas que certezas.

 

En estos momentos de reflexión “setentera” resuelves que tu vida ha estado plagada de miles de hechos, actos, emociones, alegrías, tristezas, amores y desamores; y desfilan ante ti tantas personas con las que has tenido relación en unos casos buenísima y en otros no tan buena, y sientes que tu vida es plena. Te rodea el amor, la amistad, la ternura (Has sido abuelo hace unos meses) y dices: Misión cumplida. 

 

Y en ese punto de autocomplacencia, de repente te sobreviene uno de esos trenes que al salir del túnel te pasan por encima, y te encuentras en pelotas en medio de la autopista de la vida. Y te preguntas a ti mismo: ¿Qué he hecho mal esta vez?

 

Vives durante un tiempo en una gran confusión. No terminas de comprender como te ha pasado otra vez que una vez subido otro 8 mil, alguien o algo te empuja y te das de bruces contra el asfalto.

E, inevitablemente, escrutas tu pasado a la búsqueda del error y encuentras cientos de explicaciones para lo que es algo irremediable: vivir es esto. 

 

Y cuando aceptas que estos sinsabores constituyen parte de la esencia de la vida, echas mano a tus capacidades sobre todo intelectivas y emocionales, porque lo que se dice las físicas no las tienes como para tirar cohetes.  

 

Y te das cuenta de que otras siete décadas por delante dan para mucha vida. Y sobre todo probablemente para otra vida con riquezas diferentes, sin entrar en si serán mayores o menores.

 

Porque este final de ciclo no te devuelve ni mucho menos a la casilla de salida, sino que te ha situado en un trampolín que se cimbrea para lanzarte a las estrellas.

 

Y cuentas con varias cosas que al principio no tenías: La experiencia (No es verdad aquello que me dijo un amigo argentino de que la experiencia es un peine que te regalan cuando te has quedado calvo). Un montón de conocimientos. Criterio. Voluntad. Capacidad de valoración. Y sobre todo tienes aún intacta tu curiosidad, que se antoja una propiedad infinita. ¡Ay de mí si no fuere así!

 

Y piensas que a lo mejor esta nueva vida tiene dificultades parecidas y que vas a tener que seguir peleando duro para poder seguir creciendo, y a lo mejor con más fuerza que en la que has dejado atrás. 

 

Pero tu ansia por vivir, tu amor a la vida, te lleva a perdonarle que sea tan ingrata. 

 

 

En algún lugar de Catalunya, 29 de noviembre de 2020

 

 

viernes, 3 de abril de 2020

POR FIN LLEGÓ LA DISTOPÍA


Como aficionado que soy a la Ciencia Ficción, llevo una buena parte de mi vida esperando a que se produzca un cambio en nuestro escenario vital y social capaz de transformar nuestras vidas hacia un nuevo estado evolutivo, tal como ese género lleva prediciendo desde hace más de medio siglo. 

El siglo pasado y especialmente su segunda mitad, ha sido pródigo en advertencias acerca del nuevo mundo que nos estaba esperando ahí al girar en una esquina sin fecha precisa para su inicio. 


Siempre han existido dos formas distintas de imaginar el futuro: la pesimista y la optimista; en otras palabras, un mundo distópico o uno utópico. 

En la pesimista, un error en la biotecnología o en la infotecnología o en el hiperdesarrollo de la IA, abocan a la Humanidad a una situación miserable en la que la escasez de alimentos y demás productos de primera necesidad hace que los hombres nos enzarcemos en una disputa suicida, matándonos unos a otros por conservar o por conseguir un miserable chusco de pan. 

En mi relato personal me permito encontrar una salida esperanzadora en la que los seres humanos nos agrupamos para crear entidades suprahumanas, para poder avanzar evolutivamente poniendo el espíritu colaborativo frente al egoísmo individualista. Pero este relato estaría más próximo a la visión siguiente: la utópica. 

La segunda; en la que yo como optimista vocacional y compulsivo, espero, deseo y me convenzo de que la tecnología nos ayuda a diseñar un mundo nuevo en el que la inteligencia artificial se encarga de las funciones menos creativas y las personas nos dedicamos a desarrollar nuestros valores humanos. Y ya de paso aprovechamos para que, con la ayuda de esa inteligencia artificial, iniciemos el proceso evolutivo del Transhumanismo.


Y, ¿dónde nos encontramos en este momento de primavera del año 2020?

Lamentablemente, entrando en la distopía, si bien intentando hacer que prime nuestra buena voluntad sobre nuestros malos instintos.

Cierto es que la solidaridad con la que los integrantes de la sociedad de un buen número de países están siendo ejemplares y en la que grandes colectivos están llevando a cabo heroicidades que nunca terminaremos de agradecerles. 

Como también es cierto que la sociedad más opulenta del planeta se está armando hasta los dientes para prepararse ante la inminencia del momento en el que, parece que inevitablemente, comience la escasez de básicos. 

Y, ¿qué puede ocurrir en ese momento?

A mí no me cabe duda: la defensa de los nuestros, de lo nuestro, nos llevará a la disputa visceral, a la primacía de nuestro cerebro reptiliano, al animal primario que no ha dejado de conformar nuestro cuerpo haciendo caso omiso a nuestros mejores valores. 

Y la supervivencia se convertirá en la ley; exactamente igual que sucede en el mundo animal, porque ese carácter primario es lo que emergerá de nosotros con más fuerza. 




A no ser que aparezca un líder ético, moral, espiritual, al margen de cualquier credo o liturgia. Porque las masas precisan que alguien les señale el camino. Y que este líder, o líderes llegado el caso, tenga/n el suficiente carisma para hacer prevalecer los valores propiamente humanos sobre los instintos primitivos, en sus mensajes a los seres humanos que estén necesitados de guía.

Así que…aquí estamos. Transitando por la nueva distopía y esperando al líder.  

Por cierto, se me ocurre que los grupos transhumanistas, como el que está activo en Barcelona y al que yo pertenezco, que están emergiendo en el mundo, inicien el diseño de la nueva sociedad colaborativa y traten de transformar los valores individualistas, egoístas y competitivos en otros más altruistas, y colaborativos, inspirados por el desarrollo del bien común.

¿Podremos llegar a convertir esta distopía en la que ya vivimos, en la utopía en la que nos gustaría vivir?

Mi respuesta íntima a la pregunta es SÍ, y para ello propongo que nos pongámos a ese afán.

Os sugiero que os reunáis con el “yo mismo” que todos llevamos dentro y busquéis ahí la respuesta, y vuestra línea de acción. Porque algo hay que hacer. 

Con mis mejores deseos para vosotros, amigos y lectores de este pensamiento.

Jesús

Confinado en Bellaterra el 3 de abril de 2020

sábado, 11 de enero de 2020

EL PESCADOR



Estoy pasando unos días en la isla de El Hierro, donde se considera que se encuentra el mejor lugar para bucear en Europa.

Geográficamente reúne el punto más al sur con el punto más al oeste de Europa. Si te vas hacia occidente te das de bruces con Venezuela, y bueno está ese país, como para escaparte allí de vacaciones. 

La verdad es que esta reserva de la biosfera es un privilegio de la naturaleza. Cuando recorres la isla y compruebas que antes fue un volcán furioso, comprendes que su geografía sea tan torturada y su flora tan única. La aproximación al mar cualquiera que sea el sitio que escojas, no es dulce, ni mucho menos; sino brutalmente abrupta, valga la redundancia. 

Y como ese pedazo de tierra que es, y está situado en medio de un océano, la furia del mar y del viento te estremece. 

Cuando te vistes de buzo y te subes a la barca zarandeada por olas de varios metros, te preguntas por qué tienes tanta curiosidad como para meterte en ese lío para bajar… “a ver que ves”. Y cuando estás abajo, resulta que “hoy hay mar de fondo”. ¿Hoy? Bueno…casi todos los días. Y ese mar de fondo te mueve de un lado a otro, y conseguir que las fotos no te salgan “movidas” requiere mucha paciencia y presencia de ánimo.  

Y es terrible cuando te preguntan ¿Y Vd. que edad tiene?, como me preguntó el pescador con el que me estuve tomando una cerveza. Porque cuando se lo dices, esperas a continuación: ¿Y a esa edad aún tiene ganas de pasar por tantas dificultades para ver los peces?

¿Cómo le vas a explicar al pescador algo que él ya no sepa, respecto a la paz, el respeto a la naturaleza, la comunión con otros seres vivos, y esas cosas que sientes cuando bajas ahí abajo?

Y me dice…pues yo 63. 

-       Pues le veo fuerte para su edad
-       Es que la pesca, requiere esfuerzo

Y yo haciéndome el gracioso le digo: 

-       ¡Claro! sujetar la caña es duro
-       Es que yo hago pesca de profundidad.
-       Ah ¿sí? Y ¿que pesca?
-       De todo. 

Y te hace un glosario de nombres de peces locales de los cuales ya solo sabes reconocer La Vieja, el Peje Perro, el Peje Peine, el Gallito, la Cabrilla y no sé cuantos más que no soy capaz de retener en mi memoria. Amén de los ya conocidos como el Mero, la Salpa, el Sargo… 

Yo le cuento que tengo un amigo en Gran Canaria al que le gusta ir a pescar el Marlín, porque es un reto a su inteligencia y a su fuerza.
Y ahí mi amigo Manuel que es como se llama el pescador, se dispara y me cuenta su aventura con un marlín.



-       Tuve que luchar con mucha fuerza. Y cuando me di cuenta de que me sangraban las manos, tuve que cubrírmelas con unos trapos, como si fuesen unos guantes porque no quería soltarlo. Estuve horas hasta que conseguí vencerle. 

La vedad es que me recordó un relato que escribió F. Forsyth titulado El Emperador, en el que contaba una historia como la del pescador. 

Y por si era poco, me dijo que cuando lo consiguió vencer, no podía subirlo a la barca, porque era demasiado grande y pesado. 

-       Y ¿cómo es de grande su barca? 
-       5 m. 
-       Y ¿cómo lo llevó?
-       Arrastrándolo

Ese es el relato de El viejo y el Mar de E. Hemingway. Solo que, en el relato, un tiburón se come la captura del pescador y en este caso por suerte para mi pescador amigo, no había ninguno al acecho. 

-       Llegué al puerto y cuando lo pesamos…no me va a creer Vd., pero hizo 362 Kgs. Me hicieron una foto al lado del marlín sujeto con una grúa. 

Me despedí de él y me dijo que tenía muchas historias para contarme de sus aventuras como pescador. 

A lo que le contesté que, si con 63 años no tenía nada que contar, sería porque no había vivido. 

El hombre me dio un abrazo y me dijo: 

-       


-   “Tiene Vd. razón”. 
-       Como yo me llamo Manuel y usted Jesús, nuestro santo es el mismo día. 
-       Sí señor, aunque los curas unas veces lo hacen coincidir y otras ponen Manuel el dia 1 y Jesús el día 2 de enero.

Cuando me fui del bar, me quedé pensando si no sería un pescador lector de novelas. Pero me pareció que no, que lo que me había contado era real, aunque yo lo hubiese leído ya antes. 



El Hierro, 11 de enero de 2020.